domingo, 15 de febrero de 2015

Manifiesto de la AET contra la declaración de Bolonia

La Agrupación de Estudiantes Tradicionalistas manifiesta públicamente su repulsa radical y denuncia una reforma que supone, en la práctica, la supresión de la Universidad. Nos referimos a la Declaración de Bolonia y al llamado Espacio Europeo de Educación Superior (EEES).

Como vamos a ver a continuación, la Universidad va a dejar de ser un bien al servicio de todos para someterse a las exigencias de estos grupos de presión. De esta forma, los recursos públicos de la enseñanza quedarán sometidos a la arbitrariedad de los grandes lobbies y dependerán de la financiación que éstos les quieran procurar.

Actualmente en el continente europeo, de las aproximadamente ochenta instituciones cuyo origen podemos rastrear en la Edad Media, todavía setenta son universidades. Nuestras universidades aún son perfectamente reconocibles como descendientes de aquellas, puesto que, pese a los cambios sufridos —muchos de ellos encaminados a la decadencia y no a una positiva evolución—, siguen conservando la sustancia. Sin embargo, en cuanto el Espacio Europeo de Enseñanza Superior haya entrado en vigor, la Universidad como tal desaparecerá para dar lugar a otra cosa completamente distinta. Ese propósito de sustituir la Universidad por una empresa (en el sentido comercial) de conocimientos, lleva pareja la intención de generar una competitividad real entre las universidades europeas, entre una serie de productos equiparables, de manera que puedan aplicarse las leyes del juego económico liberal. Así, pronto a todo el mundo le parecerán normales los procesos de quiebras y liquidaciones, fusiones y absorciones entre estas empresas, regulaciones de empleo, etc.

Mediante esta reforma, la Universidad, que ya estaba en decadencia, va a dejar de ser una corporación de estudiantes y profesores (tal es lo que significa Universitas scholarum), para convertirse en una industria productora de «futuros profesionales» para las empresas, principalmente para las grandes empresas. No olvidemos que, según cifras de la Agencia Tributaria, las grandes empresas, representando tan sólo el 0,9% del total de empresas, mueven el 65,1% de operaciones económicas en España. Es un eslabón más dentro de la cadena de la plutocracia internacional, que pone ahora las universidades españolas y europeas al servicio de la Globalización y el Multiculturalismo.

I. ¿En qué consiste la Declaración de Bolonia?
El origen de esta nefasta reforma de la enseñanza está en el Acuerdo General de Comercios y Servicios, firmado por la OMC en 1995. Así, 151 Estados acuerdan «liberalizar el comercio de servicios», ya que «la financiación pública es un elemento de distorsión de los mercados».

Después de varias reuniones, los ministros de educación europeos se citan en Bolonia (Península Italiana) en 1999, emitiendo la famosa Declaración. En ella, se habla de transformar radicalmente la enseñanza universitaria en el ámbito europeo. Bolonia representa el triunfo del mundo moderno en el ámbito académico.

Es llamativa esa palabrería tan frecuente sobre libertad e igualdad, al tiempo que se fomenta la opresión económica sobre los sectores más amplios de la población, lo que indudablemente contribuye a aumentar la conflictividad social. Es llamativo también el hecho de que se inviertan enormes cantidades de dinero para salvar a grandes empresas, mientras se pretende borrar de un plumazo toda ayuda a intereses que a corto plazo son menos productivos, o que no son productivos para las grandes entidades financieras. Por otra parte, el individualismo económico mercantiliza la vida política del individuo, sobre el cual va a pesar más su estatuto de consumidor que cualquier otro, y le priva de su libertad. Los diferentes órganos de poder político han perdido en buena parte su capacidad de decisión en favor de un capital sin rostro.

II. Desaparición de las carreras y doctorados
El Real Decreto 13/93 de octubre de 2007 anuncia que en el año 2010 desaparecerán para siempre las Diplomaturas, Licenciaturas y Doctorados, siendo sustituidos por el Grado y el Posgrado.

a) El Grado

En vez de subsanar el estado penoso y lamentable de la formación que se imparte en los estudios de enseñanza primaria, media (ahora llamada «secundaria») y bachillerato, a partir de ahora el Grado se convertirá en una especie extraña de FP. Efectivamente, el artículo 9 del Real Decreto que impone tiránicamente en España la Declaración de Bolonia, define la finalidad del Grado como «obtención por parte del estudiante de una formación general orientada al ejercicio de actividades profesionales».

En cuanto a la estructura del Grado, los tradicionales cinco años de licenciatura se verán reducidos a cuatro años de grado, de los cuales sólo un año y medio será destinado a la formación específica de cada titulación: el resto, materias comunes de formación básica y prácticas en empresas, por supuesto sin remuneración. En otras palabras, esos cuatro años se distribuyen en 240 créditos ECTS, así repartidos:

Solamente 90 créditos para la formación relacionada de la especialidad en cuestión.
60 créditos de materias comunes de formación general.
60 créditos (es decir, un año) de prácticas en empresa no pagadas.
Entre 6 y 30 créditos para el trabajo de fin de grado.
Resulta absurdo pensar que puedan asimilarse contenidos de enseñanza superior en tan sólo tres años. Un análisis de este nuevo sistema de grados indica, a todas luces, que se pretende homogeneizar a todos los estudiantes y profesores de las diferentes universidades europeas como si se tratase de productos que deben competir en un mercado; es más, todo apunta a la creación de un enorme cuerpo homogéneo de diplomados mediocres utilizados para satisfacer las necesidades de la Europa de los mercaderes.

A decir verdad, incluso las ETTs ya reconocen que han reducido el número de contratos, pues las empresas aumentan cada vez más el uso de becarios (que o no cobran, o lo que cobran es ornamental), para cubrir los puestos de trabajo.

Por otra parte, siendo realistas, esta reforma rompe de manera radical la conexión entre la investigación y la docencia, porque las universidades pequeñas perderán en calidad docente al quedar, por falta de medios, sujetas a estudios de primer ciclo, mientras que las grandes serán dedicadas a la investigación. Además, el afán homogeneizador hará que todos los profesores de cada una de las universidades por igual deban calcular y uniformar los contenidos de su enseñanza, reduciendo la calidad. En el Real Decreto de 2003, en su Artículo 5, se establece que se marcará la distribución de las calificaciones sobre el total de la clase. De este modo, se rompe toda objetividad y se entra en un inmanentismo absurdo: se darán casos en que el mejor de la clase sea un completo ignorante.

Por cierto, mal podrá facilitarse la tan cacareada movilidad de los estudiantes por las universidades europeas en tan sólo tres años de estudio.

A todo esto se añade la inutilidad práctica de los títulos de grado, pues, mientras los estudiantes no se especialicen durante el postgrado, carecerán de las atribuciones profesionales necesarias para desempeñar un trabajo. Es decir, el sistema de licenciaturas y diplomaturas aseguraba a licenciados y diplomados la posibilidad de acceder directamente al mercado laboral, mientras que con el nuevo sistema de grados y su estéril «formación general», será imprescindible para el «graduado» costearse un posgrado para llegar a unos conocimientos especializados mínimos que le permitan conseguir un trabajo.

Así, por ejemplo, parece un chiste pensar en graduados en Derecho sólo con curso y medio. Desgraciadamente no se trata de un chiste, ya que no podrán acceder a las oposiciones de abogado mientras no se especialicen en el postgrado. Además, el gran retroceso económico que esta reforma implacablemente traerá, por ejemplo en la carrera de Derecho, resulta palpable si leemos el documento For a European Space of Legal Education, emitido por la ELFA (asociación de facultades europeas de Derecho), en el cual el Derecho Romano y la Historia del Derecho no aparecen ni anecdóticamente. Además, las imprescindibles enseñanzas de derecho constitucional, administrativo, penal, civil y procesal se muestran como materias que deben estudiarse más metodológicamente que en cuanto a contenido.

No será mejor la situación de los arquitectos, que no podrán firmar proyectos; ni la de los historiadores, que no podrán enseñar historia; ni tampoco la de los filólogos, que no podrán enseñar idiomas.

Como vemos, aquellos que obtengan un grado, sea la especialidad que sea, pierden sus atribuciones profesionales.

b) El Posgrado

Los doctorados y títulos de postgrado son suprimidos de un plumazo para dar paso al Posgrado, que será la especialización. Dividido en Máster y Doctorado, será necesario cursarlo para poder adquirir los conocimientos que no han sido suficientemente ampliados durante el Grado. La posibilidad de conseguir las atribuciones profesionales necesarias para trabajar pasará por pagar los derechos de matrícula de un Máster, cuyos precios serán entre tres y seis veces más caros que los actuales. De este modo, aseguran la posibilidad de que el Máster sólo pueda ser cursado por aquellos que puedan pagárselo, que no siempre son aquellos que tienen talento y creatividad importantes que aportar a la sociedad. Así será como se pierdan numerosas inteligencias que podrían haber aportado grandes cosas al mundo.

III. Supresión de los métodos tradicionales de enseñanza
Queda diseñado el nuevo crédito europeo (1 crédito ECTS = 30 horas), con el que sólo el 30% de los créditos corresponderán a clases magistrales, es decir, unas 10 horas lectivas a la semana. El resto, serán tutorías, seminarios, trabajos en biblioteca, horas estimadas de estudio, etc. No obstante, pagaremos el 100% de los créditos, por lo que pagaremos por nada. Es más, las pésimas infraestructuras existentes en la mayoría de universidades impiden la utilización eficiente y continuada de sus medios, así que habrá que pagar por estudiar en casa y pagándose uno mismo los materiales que deberían estar a disposición de todos. Además, con la matrícula de 60 créditos de prácticas en empresa tendremos una media de 35 horas semanales de permanencia obligatoria trabajando gratis.

Por otra parte, el Real Decreto emitido en el 2003 establece que «el venir a clase no será obligatorio o recomendable, será imprescindible para poder aprobar». Así, las universidades pioneras en la aplicación de estos planes han establecido ya la asistencia obligatoria.

Y algo aún más grave: en el Artículo 4 se resalta la idea de un «estudiante a tiempo completo», que dedique 7 horas diarias a sus estudios. ¿Cómo podrán entonces cursar estudios los estudiantes que compaginaban sus estudios con el trabajo?

IV. Los universitarios como esclavos del Gran Capital
A partir de la entrada en vigor del Espacio Europeo de Enseñanza Superior, serán las grandes empresas las que establecerán los criterios de calidad de las universidades y de las titulaciones. Puesto que, según la Organización Mundial del Comercio, «la financiación pública es un elemento de distorsión de los mercados», los planes de Bolonia promueven la inversión privada. Pero no olvidemos además que, como decíamos más arriba, según cifras de la Agencia Tributaria, las grandes empresas, representando tan sólo el 0,9% del total de empresas, mueven el 65,1% de operaciones económicas en España. Con lo cual, las universidades europeas (o sus restos mortales tras la entrada en vigor de estos planes) quedarán al servicio del Gran Capital, supeditadas a la Globalización y el Multiculturalismo.

Según el art. 25 del Real Decreto de Rodríguez Zapatero, será la ANECA, hasta ahora la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad de la Enseñanza (creada por la LOU de Aznar), el organismo que representará de manera directa las empresas y que evaluará y determinará los Planes de Estudios. Su Consejo Asesor está compuesto por «18 personalidades nacionales y extranjeras de reconocido prestigio del ámbito académico, profesional y empresarial».

(http://www.aneca.es/quees/queesest_consejo.asp)

La LOU, primera avanzadilla clara de Bolonia, está plagada de expresiones vinculando la «sociedad», como: «la universidad tiene que rendir cuentas a la sociedad», «la sociedad tiene que colaborar en la financiación de la universidad». En el Artículo 14 de la LOU se establece que el Consejo Social es el órgano de «participación de la sociedad en la universidad».

Desgraciadamente, cuando la LOU habla de «sociedad» no se refiere en absoluto a lo que entendemos tradicionalmente por sociedad, pues la mayoría de los miembros del Consejo Social de la Universidad de Sevilla, por ejemplo, son empresarios vinculados a empresas como Inés Rosales S.A., Auna, Caja Sur, Fundaciones Caetano S.A., etc. Sólo hay seis miembros de la comunidad universitaria (entre ellos el Rector). Sin embargo, el Consejo Social toma decisiones sobre los presupuestos de la universidad y sobre becas.

El Modelo de Financiación de Universidades Públicas de Andalucía del 2007 al 2011 (BOJA nº 146), estableció que el objetivo para final del período es que la financiación privada haya llegado ya al 30% del presupuesto universitario. Este mismo documento (punto 4.2.3) habla de la «Financiación vinculada a resultados» y establece determinados indicadores para financiar más a aquellas carreras cuyos titulados monten empresas propias en los tres años siguientes a la graduación.

Según el Real Decreto 13/93 de Rodríguez Zapatero, Capítulo VI, Artículo 25, la ANECA «tendrá carácter preceptivo y determinante» sobre los planes de estudio. Sin un informe positivo de la ANECA, un título «causará baja» y «se considerará extinguido», opinen lo que opinen la comunidad autónoma y el Consejo de Universidades.

Así pues, los planes de estudios deberán adaptarse a las necesidades de ciertas empresas punteras de cada sector, y la investigación deberá estar unida a las necesidades de las empresas privadas, porque, como dice la Ley de financiación de Universidades de la Junta de Andalucía: «Las Universidades deben financiarse más por lo que hacen que por lo que son». Para ellos la Universidad en sí misma no vale nada, si no es para satisfacer las necesidades del Gran Leviatán y de las garras doradas del Capital.

El nuevo Gobierno del PSOE acaba de transferir las competencias de gestión de la universidad del antiguo MEC al recién creado Ministerio de Ciencia, Innovación y Tecnología. Este ministerio está encabezado por Cristina Garmendia, gran empresaria farmacéutica y miembro de la Junta Directiva de la CEOE (Conferencia Española de Organizaciones Empresariales).

Serán exterminadas todas aquellas titulaciones que no cumplan los requisitos para financiarse, simplemente porque no son rentables para el gran Capital, al tener una «productividad» muy difícil de medir; como por ejemplo las filologías, la historia o las humanidades. Así, en la Complutense de Madrid, se van a eliminar todas aquellas carreras que tengan menos de 25 alumnos, por lo que pueden desaparecer todas las filologías, salvo la inglesa.

En cuanto a los másteres, habrá máster para ingeniería informática (IBM), para telecomunicaciones (Vodafone), minería (Repsol), etc. Sin embargo, ¿qué pasará, por ejemplo, con el máster de Historia del Arte?, ¿o el máster de griego antiguo?

V. Las becas desaparecen y las tasas suben
La Universidad, en vez de ser, como fue desde su nacimiento, una corporación de scholares (estudiantes y profesores) al servicio del conocimiento, se convierte en una empresa que necesita autofinanciarse, cuyos profesores son empleados que recaudan y los alumnos son clientes y, a la vez, productos para el mercado europeo. Por ello, las tasas aumentan y las becas van a desaparecer.

El Grado costará un 150% más que las actuales Licenciaturas (de 600 euros de media a 1500) y el Máster entre 3 y 6 veces más que los actuales. La Universidad de Sevilla ya ha ofertado másteres de 15.000 euros, y no se cree que ninguno baje de los 3.500 euros.

El Cursillo de Aptitud Pedagógica (necesario para hacer oposiciones a profesor) se convierte en un Máster. De tener una duración de entre 10 y 30 créditos actuales (entre 100 y 300 horas por tanto) pasará a durar 60 créditos ECTS (entre 1500 y 1800 horas). De costar entre 150 y 200 euros, pasará a costar 1500 euros.

Las becas, que deberían otorgarse a todos aquellos que hayan demostrado un cierto talento o, cuanto menos, una capacidad de esfuerzo y sacrificio, se recortan hasta casi desaparecer. En su lugar aparecen las becas-préstamo (que ya ofrece el BSCH) que se devuelven con un TAE del 10%. Esto es, préstamos que, tras acabar la carrera, hay que devolver con intereses, hipotecando así el futuro de los estudiantes, que tendrán que aceptar las condiciones laborales que se les ofrezcan, por precarias que sean. Ya sabemos, por la experiencia de Inglaterra, el impacto económico que causará en la población.

¿Y qué decir de los que cursen estudios según el modelo tradicional? Sus títulos, en la calle, pasarán a ser homologados con los nuevos de Grado y Posgrado, con las consecuencias que ello acarreará.

VI. Consecuencias
1. La Universidad pierde su carácter de Academia independiente, libre y gratuita para convertirse en una empresa expendedora de títulos.

2. Desaparición de carreras que el Capital considera inútiles. Los alumnos deberán estudiar las carreras que ordenen las grandes empresas y con los contenidos que éstas dicten.

3. Aumento del desempleo y de la precariedad laboral. Los que obtengan el Grado, al no poseer ni suficiente formación ni las atribuciones laborales necesarias, estarán en la calle y, si no lo están, deberán aceptar unas duras condiciones de trabajo. Además, incluso los que logren acabar sus estudios con éxito, difícilmente encontrarán puestos de trabajo, que estarán cubiertos por estudiantes que no cobran.

4. Si no tienes dinero suficiente no podrás pagarte la carrera. Como sólo unos pocos tendrán dinero suficiente, se perderán grandes talentos por no tener dinero. Se aprovecharán sólo aquellas inteligencias cuyos familiares tengan medios. Accederán a los estudios, sin embargo, muchos estudiantes sin talento pero con una familia adinerada (como de hecho ya sucede, con familias adineradas o no). Aquellos talentos que quieran trabajar para poder pagarse la carrera, no podrán hacerlo porque la asistencia será obligatoria.

5. Numerosos estudiantes del sistema anterior habrán perdido tiempo y dinero al sufrir la homologación con los nuevos títulos.

6. Los que tengan suerte visitarán las grandes universidades europeas y accederán a la investigación, mientras que, por debajo, quedará un cuerpo de diplomados mediocres que constituirán una bolsa de mano de obra supeditada a los intereses de unos pocos.

7. Muchos estudiantes, cuando acaben la Universidad, quedarán como esclavos de los bancos.

VII. Epílogo. La raíz de la Universidad y la raíz de Bolonia
Trágicamente, cuando Bolonia entre en vigor, asistiremos a la desaparición de una de las grandes creaciones de la Cristiandad. Por chocante que pueda resultar a aquellos que se hallan inmersos de la información envenenada que se da en este sistema hijo de la Revolución, cualquiera que profundice un poco puede constatar que a lo largo de la Edad Media se operó una lenta liberación del pensamiento científico y filosófico respecto a la permanente influencia enredadora del saber mágico, es decir, del lógos respecto del mito. Fue una liberación en cuanto a que el saber extra racional tiende a convertir el conocimiento sensible e intelectual en mito y la técnica en magia, e impide el desarrollo intelectual.

Esto fue posible porque lo numinoso y sobrenatural, así como sus interpretaciones, quedaron como competencia de la Iglesia. Si se leen las actas del Santo Oficio, se podrá ver la constante lucha contra los oscurantismos y pseudo saberes ocultistas. Era el lógos frente a la constante amenaza del mito. Así, el método escolástico en general se ocupó de defender el vocabulario y el discurso de los graves riesgos de la ambigüedad, la homonimia y polisemia de las palabras, frecuentes vehículos de la mitificación intencionada del lenguaje.

Desde que somos pequeños, este sistema nos intenta presentar la Civilización medieval, cristiana desde su base, como hundida en siglos de oscuridad. Esa silenciosa y difícil labor de la Edad Media es la que sobrevive y culmina en el Renacimiento, esa modesta sociedad es la madre de la actual civilización, pues es la que ha predominado; sin embargo, Bizancio y el Islam circulaban por un camino que no les condujo a ninguna parte, pereciendo el primero en el siglo XV y el segundo perdiendo toda fecundidad en el siglo XII.

Es visible también un progresivo retorno de los esoterismos y las supersticiones paralelamente a la pérdida de vigor por parte de la Iglesia. Al ser la Iglesia quien se ocupaba de administrar lo sobrenatural, con la concepción de las dos espadas, el poder civil y el eclesiástico, creó el caldo de cultivo para el desarrollo de las ciencias y de las artes. Formó una sociedad que no desembocó en las gnosis helenísticas ni en el quietismo de los orientales, sino en el Renacimiento y el gran desarrollo de la Modernidad, que no podrían haber surgido súbitamente de supuestas revoluciones tecnológicas o actitudes liberadoras; actitudes que, por otra parte, nos han ido demostrando sus frutos hasta el día de hoy.

Fue ese espíritu de la sociedad cristiana, construida desde su base (y no como todas las sociedades posteriores a la Revolución Francesa, que están construidas desde arriba), como en 1187 el papa Alejandro III declaraba en una importante bula la gratuidad de la enseñanza universitaria a partir del pasaje evangélico: Si gratis lo recibís, dadlo gratis. La Universidad nace con el interés del puro conocimiento de la verdad (Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida), con el afán de profundizar en el legado cultural del mundo antiguo y en sus avances (recogidos fundamentalmente en el trivium y el quadrivium), conjugados con la Fe.

Pero será en el año 1229 cuando la Universidad se consagre como una institución libre e independiente tanto de grupos lucrativos como de centralismos del Estado, después de una huelga de profesores y alumnos en el año en París, en la que son asesinados varios estudiantes a manos de los sargentos del Rey de Francia. Fue entonces cuando la Sede Apostólica consagró la Universidad de París como una corporación de estudiantes y alumnos, siguiendo sus pasos el resto de las universidades, como fue el caso de la de Salamanca, que nació apoyada por el Rey de León y que después se convertirá en el centro intelectual más importante de la Cristiandad, modelo de las nuevas universidades que serán fundadas más tarde en Hispanoamérica.

Desgraciadamente, todo resto de libertad, de justicia social y de sociedad cristiana desaparece, pues cada vez es mayor el poderío de los lobbies de las grandes empresas y de los grupos financieros mediante la presión que ejercen ante la Comisión Europea. Estos grupos aplican su fuerza para obtener una legislación y unas concesiones adecuadas para sus intereses. Del mismo modo, ahora van a someter a sus intereses particulares también la Enseñanza Superior. Se trata de un paso más en la sustitución de una economía de subsistencia, propia de la antigua Cristiandad, en la que se progresa sin prisa pero con paso seguro y grandes resultados, por el Estado Capitalista, con una sociedad cada vez más deshumanizada y plutocrática, donde el único motor es el lucro por el lucro.

El puritanismo calvinista, con sus falsas concepciones acerca de la predestinación y del libre albedrío, está en la raíz del capitalismo. Según esa línea, el hombre tiene dañada la naturaleza por el pecado original; por tanto, aquel que no haya sido redimido ya hace dos mil años tenderá al mal y por ello es preciso un estado todopoderoso que lo controle. Al mismo tiempo, las grandes empresas y grupos financieros pueden prosperar en un afán desmedido de lucro, ya que es Dios el que les concede el capital porque ellos sí están redimidos, mientras que aquellos que se hallen en situaciones desfavorecidas deberán aguantarse porque así lo quiere Dios. ¡Qué gran diferencia respecto al concepto que los católicos tradicionales tenemos de la Caridad! Todas las criaturas de Dios merecen nuestro amor y la justicia. Ni es admisible un Estado, en manos del grupo más fuerte, que todo lo controle, ni es admisible que haya entidades de dominación al margen del poder político que puedan controlar las pequeñas estructuras de la sociedad, que deben ser múltiples, libres y bien organizadas.

Ese espíritu calvinista continúa con filósofos como Hegel, Nietzsche o Schelling, elevando a norma de conducta ideal el derecho del más fuerte. De ahí brotan todas las ideologías. Mucho se habla de «inmovilismo» en la sociedad cristiana, pero la realidad es que, a medida que la sociedad iba haciéndose cada vez más cristiana y puliendo los restos del antiguo paganismo, fenómenos como las peregrinaciones comenzaron a fomentar una movilidad social natural y cristiana que poco tiene que ver con la «movilidad» que genera el estado liberal.

Las ideologías no se diferencian entre sí más que por matices, ya que todo su lenguaje, sus «ideales» y su «dialéctica» son los mismos. Todas ellas defienden sociedades construidas desde arriba y no desde su base, al revés que la sociedad cristiana, donde los fueros remarcan el autogobierno y las libertades de los individuos y las instituciones, que se hallan protegidas frente a cualquier posible agresión de los poderosos.

Por unos medios o por otros (bien sea un Estado que se cree omnipotente, bien sean las grandes entidades económicas dominando a ese Estado), se va culminando poco a poco la Globalización y sus intereses mundialistas y multiculturalistas. Todo, y ahora también la Universidad, va encaminado hacia un supergobierno que rige a una humanidad sumisa y conquistada, que anula la vida familiar, la propiedad, la iniciativa personal. Reserva sólo para unos pocos los medios necesarios para preservar la vida terrena y merecer la eterna. Sumisos a ese Gran Capital están también los medios de (des)información, que están prestos a anunciar la gran concurrencia y sucesos acaecidos en los macro botellones, al mismo tiempo que acallan las enormes mareas humanas que se manifiestan, en este caso, contra la Declaración de Bolonia. Es la Democracia Liberal.

Únete a la AET. Contra el Acuerdo de Bolonia, por la restauración de la Universidad.

AET Salamanca